Esta experiencia que el viritus, como yo lo llamo, nos ha puesto a vivir, está brindándonos muy buenas lecciones las cuales, bien aprovechadas, pueden dar hasta para aumentar nuestra inteligencia. Si, de hecho estar aún con vida, ya lo es. No me canso de decir, eso que le aprendí de Jorge Wagensberg, un ser vivo es un objeto real del universo que tiene una rara propiedad busca, siempre, mantenerse independiente de la incertidumbre. Si aún estamos vivos hemos, hasta ahora, encontrado la respuesta.
El aislamiento nos ha puesto a pensar en silencio, hemos persistido, así sea solos, en buscar respuestas. Cada atardecer, con sus hermosos tonos de azul, viene a recordarnos que lo hemos hecho bien, seguimos vivos, por eso merecemos un descanso y esperaremos, con ilusión, el nuevo día. Y aquí está una magnífica lección para aprender. El silencio, no implica estar sin ideas, sin palabras y paralizados, por el contrario, es una estupenda oportunidad para descubrir nuevos lenguajes y nuevos haceres.
El silencio, me ha invitado a pensar en eso que no tiene voz, en los activos, esos que por la misma pandemia permanecen sin ser útiles para nadie en un anaquel una bodega, un cajón. Algunos, tienen la oportunidad de aparecer en una lista de Excel, más callada que él, aunque hasta los contadores sienten que no vale la pena, por el momento, conversar con ellos, la economía está detenida, no hay cuentas que rendir. Pensándolo bien, tal vez sea el momento para darles la palabra, empezar a pensar en ese nuevo idioma el cual, si lo aprendemos a utilizar, cuando las dificultades se superen, podremos establecer un valioso diálogo con ellos y así aprovechar de manera segura y ágil los retos que exige reducir las pérdidas y dificultades que esta pandemia provocó.
Pidámosle a LeSIGA que nos enseñe, vayamos a su portal, sigamos sus sugerencias y, como los niños y las niñas en clases virtuales, aprendamos a subir a la plataforma los activos que tenemos en nuestra casa, hablemos con ellos, seguro, hasta dinero podemos ganar, haciendo trueque y, cuando volvamos al trabajo, a nuestras oficinas, bodegas y plantas industriales, podemos establecer con los activos que, debimos dejar solos y en silencio, diálogos capaces de mostrarnos cómo recuperarnos de nuestras pérdidas y dificultades y restaurar de manera eficaz, eficiente y efectiva nuestras riquezas. Así, no todo estará perdido y nuestra inteligencia se sentirá muy orgullosa de nuestro esfuerzo.
Cuando volvamos al trabajo, a la empresa, a la bodega, a la planta, los llamamos por su nombre, los buscaremos dónde están, sabremos en qué estado están, quien es su custodio y, así, ellos vendrán felices, a servirnos.