Las nuevas tecnologías y el virus parecen haber hecho un interesante acuerdo en relación con hacer que retomemos la responsabilidad que tenemos frente a nuestro propio entendimiento, ese saber qué ser, qué hacer, dónde y cómo estar y qué tener en el aquí y ahora, el principio de la verdadera sabiduría, para saber sustentar y sostener nuestra vida, la vida de quienes amamos, las de los demás, las demás y la de todo lo demás que tiene vida.
Tapabocas, distanciamiento social, vacunas, atención médica, cuidado de la salud, fueron sólo recordatorios de las tramas de relación que debemos tejer para cuidar la vida, responsabilidad que poco a poco nos fuimos permitiendo ignorar, dada la importancia que le dimos a la presencia escolar, horarios de clase, calificaciones y competencias exhibidas de un poder que, un ínfimo virus, vino a demostrar que, en realidad, no poseíamos.
Se estarán preguntando ¿Qué me permite hacer la deducción anterior? Sencilla es la respuesta. A mayor cantidad de datos, mayor es la cantidad de información y más personas accediendo a la misma, incrementa de manera significativa el conocimiento compartido entre muchas personas y, por tanto, aumenta el entendimiento de la humanidad acerca de si misma y sus opciones para atender sus propias necesidades. Ya no bastan los ambiciosos deseos, es necesario empezar a entender el fondo de las tramas de relaciones que tejemos con nuestros seres, haceres, estares y teneres para atender nuestras necesidades, la más afectada con el virus, la de subsistencia. Esta por fin dejó de estar sólo bajo el mando del instinto y pasó a requerir ser, también, manejada desde nuestro entendimiento.
También, se hizo evidente vivir y realizar esta otra necesidad, la de protección quien vino a reclamar su posición de importancia desde nuestra responsabilidad con nosotros y nosotras mismas, no era posible seguir dependiendo del gobierno de turno. Y qué decir del afecto, esa necesidad que el aislamiento quiso controlar y que, a pesar de todo, se las arregló con la ayuda de las nuevas tecnologías para mostrarnos que aún sin compañía no estamos aislados, ni solos, ni solas. La participación se hizo indispensable, reconocer que somos importantes para la vida y el planeta y fueron las redes sociales las provocadoras quienes con sus conocimientos e información nos hicieron tomar la consciencia sobre nuestra responsabilidad de entender su crisis, los problemas que le hemos ocasionado y el daño inferido a nuestra hermosa humanidad.
Las nuevas tecnologías consiguieron, con todo lo anterior, hacer un aporte fundamental a nuestra identidad y a nuestra capacidad de creación su aviso, iluminando por todas partes sobre el cuidado que había qué tener para conservar la vida, nos hizo recapacitar sobre la tan cacareada libertad, optar autónomamente con la medida de las consecuencias y la aceptación de las mismas en el corto, el mediano y el largo plazo. Reaprendimos el valor de la trascendencia de nuestras acciones y, claro, el virus nos mandó a disfrutar el ocio que, con tantas prisas, habíamos olvidado. Gracias Nuevas Tecnologías y que este nuevo año 2022 recordemos que atender las necesidades no permiten sostener y sustentar la vida, nuestra vida.
¡Feliz 2022!